La sala de reuniones es dónde reside el cerebro colectivo de la empresa. Ello implica que hay dotarla con la tecnología y el confort necesarios para facilitar la toma de unas decisiones que son importantísimas. Algunas de las salas de reuniones más dramáticas de la narrativa contemporánea nos sitúan ante este espacio que susurra como si tuviera vida propia: la sala de reuniones describe el alma de las empresas, la verdadera condición humana.

El título original de la película que en nuestro país se llamó “Doce hombres sin piedad” es “Twelve angry men”, lo que podría haberse traducido sin edulcorantes como “Doce hombres cabreados”. ¿Qué situación mantenía tan enfadados a los miembros de un jurado popular que se ve obligado a decidir sobre la culpabilidad de un muchacho acusado de asesinato? La angustia derivada de la responsabilidad de su decisión cambia de sentido lenta y dramáticamente a lo largo de la película.

La opresiva y brumosa sala de reuniones en la que tienen lugar las deliberaciones del jurado es el equivalente a las salas de reuniones de toda empresa, desde que ésta se configura en la era postindustrial como un espacio de trabajo, de colaboración y, lo más importante, de toma de decisiones.

Las salas de reuniones adoptan formas muy diferentes según las necesidades de cada compañía. Salas deliberativas de reuniones en los periódicos, solemnes salas de consejos de administración en las compañías que cotizan en bolsa, ligeros espacios dedicados al brainstorming creativo en agencias y grandes habitaciones con vistas al skyline de la ciudad, donde las empresas deciden su futuro. No hay dos iguales, pero todas ellas comparten dos cromosomas idénticos que se pueden identificar con Eros y Tanatos: el placer de sentirse escuchado y el temor a meter la pata y a equivocarse. Todo el que ha asistido a una reunión de empresa sabe de qué estamos hablando.

Pero, sigamos en términos cinéfilos: el malote de Spectre, en las cintas de 007, siempre acaba cepillándose a un secuaz inoperantepulsando un botón que aboca la butaca del desgraciado a un sótano rugiente o en llamaradas.Y, hablando de pulsar botones, añadamos Arthur Holm a la mesa de reuniones, y tendremos la sala del siglo XXI. La mesa es el elemento primordial y, sea cual sea su configuración, mantendrá una cabecera cuando sea necesario marcar la jerarquía, o devendrá redonda, como en la leyenda artúrica (del rey Arturo, no de Arthur Holm) para resaltar la igualdad de sus miembros. La calidad y el diseño de la mesa, de las butacas y de los equipos técnicos describen con precisión  la salud y de la importancia de cada compañía. Monitores, cámaras, altavoces  y micrófonos que aparecen y desaparecen mediante la pulsación de un botón , equipos que nos permiten compartir información en tiempo real y que se integran a la perfección en el diseño de la mesa, son elementos fundamentales en toda sala que se precie.

Tal vez, aquellos doce hombres estaban tan enfadados porque les obligaban a deliberar en un espacio inapropiado.